“Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj”.
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Julio Cortázar, Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj.
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Que miedo da sacar la vista de la pantalla y mirar una de nuestras muñecas y encontrar ahí uno de estos instrumentos que nos ayudan a “medir el tiempo”. Pero el genial Cortázar no vivió en nuestra época para conocer los celulares, sin duda alguna habría dedicado miles de hojas irónicas a esa máquina perversa que nos ata al mundo y que por lo demás miles de individuos ocupan como reloj. Este genial escritor argentino pudo ver en algo menudo un problema que nos compete a todos. Es realmente asombroso y chocante apreciar como somos prisioneros del tiempo, como debemos administrar nuestro día para realizar nuestras actividades, programándonos como seres no pensantes y dejando un marco casi intangible para nuestra espontaneidad. Cualquier cosa que realizamos extra nos desacomoda un estilo de vida que tenemos auto implantado y asimilado. ¿De quien somos esclavos? ¿De los Relojeros?.
Algún día detengamos a perder tiempo como muchos vociferan y reflexionemos. Pensemos lo que se nos de la gana, sin miedos absurdos y dejando que los segundos discurran por nuestra querido y práctico “amigo”.